lunes, 28 de octubre de 2013

¡¡¡REBÉLATE!!!

¿Has pensado como se ha ido fraguando la situación socioeconómica actual?, me refiero a tus propios criterios no todas esas palabras farragosas, o el andar culpándose unos a otros, lo cual sólo sirve para disimular la inmoralidad dañina de nuestros gobernantes.
Quiero compartir contigo mis propias reflexiones, expresándolas con palabras sencillas  que permitan visualizar con más claridad estos acontecimientos.
Un gobierno de derechas (y ¡ojo!, a veces la diferencia en la actuación entre unos y otros, sólo es la desmesura  y arrogancia con la que cometen sus atrocidades), tuvo la genial idea de acelerar el enriquecimiento de las clases pudientes, con el pretexto de ayudar al crecimiento económico y el pleno empleo.
Nos embarcaron en una frenética proliferación de planes urbanísticos, construcción masiva de viviendas, apartamentos,  zonas residenciales y campos de golf a precios cada vez más elevados; en muchos casos sin previsión de necesidades de suministros de agua, luz u otros servicios. Y paralelamente, comunidades y municipios acometiendo obras faraónicas superando las capacidades presupuestarías o las necesidades reales de la población.
Todo esto, a su vez, desarrollaba la producción de materiales, tecnología y bienes de consumo, lo cual redunda en la creación de empleos, más o menos bien pagados y el incremento del consumo; que nos daba una engañosa sensación de mejora del “estado de bienestar” (“pan para hoy, hambre para mañana”). Todo el mundo comprando a crédito con confianza y alegría, pues aun cuando los precios eran elevados, los bajos tipos de interés lo facilitaba.
Las grandes obras públicas y los grandes eventos, que nos vendían como cuestiones de interés general, poco a poco hemos podido comprobar que su disfrute era mayoritariamente para una élite muy concreta. Aunque realmente, los grandes beneficiarios de estas acciones eran los perceptores de las cuantiosas comisiones y réditos en “B”; así como los amiguitos del alma que recibían las adjudicaciones prácticamente a dedo, mientras los costes si iban incrementando , duplicando o triplicando los presupuestos iniciales. Ya que se invitaba a engrosar las facturas o para repartir convenientemente la diferencia y el que no accedía a entrar en el juego acababa por perder la concesión.
Además, para incrementar los márgenes de beneficios, se recurría a reducir los costes bajando la calidad y las medidas de idoneidad o haciendo la vista gorda a la hora de aplicar las convenientes medidas de seguridad.
Los resultados han sido ahora bien visibles: los ricos, mucho más ricos, incremento de 16.000 nuevos ricos, más de 5 millones de parados, un 8% más de pobreza, cierre masivo de empresas y de la actividad de muchos autónomos, paralización de obras y de la producción, recortes brutales en sanidad, educación y prestación de servicios sociales, desahucios y morosidad  que redundan en las personas más desfavorecidas: indigencia, delincuencia, trastornos depresivos,  ansiedad, problemas de relaciones humanas e incluso suicidios.
También se ha puesto en evidencia, la realidad política, con los múltiples casos de corrupción, prevaricación, especulación, malversación de fondos, apropiación indebida, aceptación más o menos descarada de regalos, compensaciones y comisiones en “B”; el amiguismo y enchufismo; la ineficiencia e ineptitud; la negligencia y falta de asunción de responsabilidades; la mentira y la hipocresía.  Continuamente estamos presenciando estos casos, que acaban prescribiendo, siendo sobreseídos, cerrados en falso, o simplemente quedando impunes. Mientras que, descaradamente, muchos de los políticos son recompensados por su “conveniente gestión” con puestos generosamente retribuidos en grandes empresas, o cobrando fortunas por impartir insulsas conferencias o clases magistrales.  Acompañada por las generosas retribuciones que se auto-asignan los cargos públicos, a pesar de las circunstancias y los recortes salariales aplicados a los demás,; y que a pesar de todo, no parecen suficientes para saciar su avaricia, por la facilidad con que ponen la mano para recoger beneficios extra, por muy “cutres” que sean los regalitos.
Y como explicación parece que siempre basta con lanzar las culpas con los anteriores. Pero me pregunto: ¿A caso porque otros roben, incumplan, defrauden o simplemente sean unos ineptos; es justificación suficiente para seguir haciéndolo o incluso superarles?, ¿A un delincuente le conmutan las penas porque otros hayan delinquido?
Sin embargo, a pesar de su magnitud,  no parece hacer mella en los ciudadanos; me pregunto por qué. ¿Será porque en todos nosotros están subyacentes todas esas mismas actitudes?, y por tanto, comprendemos y empatizamos con esos actos, viéndonos reflejados nosotros mismos, tontamente, en una escala infinitamente inferior. O, tal vez, ¿Somos tontos, ingenuos y ciegos? Y,  que ¡Viva el vino! y ¡nuestro equipo es el mejor!.
Ahora, las clases medias y bajas son un lastre para todos, para la administración pública y para las grandes fortunas. No hay dinero público para mantenerles la sanidad, proporcionales educación ni servicios sociales, porque ya no son útiles como mano de obra, demasiado cara ahora que está paralizadas las necesidades de producción.
Aun así, los más idiotas son los pertenecientes a la clase media alta, esos que se creían privilegiados, que se han sentido similares a los magnates, tan solo por recibir golpecitos en la espalda o poder besar sus manos en solemne reverencia. Se sentían ricos por poder adquirir de vehículos y prendas de renombradas marcas o tener un apartamento en la paya y comprar con tarjetas de crédito. Ellos no se han parado a pensar que los verdaderamente ricos, los que les miran por encima del hombro, los que sólo son amables para asegurarse su servilismo;  todos ellos tienen varias viviendas en zonas exclusivas, con acceso restringido, tanto en la ciudad, como en urbanizaciones o junto al mar; tienen colecciones de vehículos que sólo puedes ver en películas , para cada miembro de la familia o para cada situación social; pueden moverse a cualquier ciudad del mundo en uno de sus jets privados, o trasladarse en helicóptero a sus yates; y tienen un montón de tipos como vosotros que están todo el día lamiéndoles el culo.
Y por si fuera `poco, toda esa grandiosa obra pública, que teóricamente era para beneficio de todos, resulta que para la gran mayoría es solo algo para contemplar desde fuera o como mucho y con gran esfuerzo para disfrutar de algún evento puntual;  porque realmente solo son accesibles para aquellos que disponen de buenos bolsillos. Son obras que sospechosamente siempre se incrementan considerablemente sus costes iniciales. Y como ya he comentado y seguro que muchos conocéis casos, se invitaba a los proveedores a incrementar las facturas o se arriesgaban a perder sus contratos;  lo cual significa que cuanto más costoso fuese una obra, dejaba más margen para los beneficios en “B”, a costa de los presupuestos públicos, el dinero de todos.
¿Era eso el famoso “estado de bienestar”?. Un verdadero estado de bienestar hubiese sido reducir las distancias entre las clases sociales, sin extremos, sin pobreza y sin extremadamente ricos, que todos, al menos, tuviésemos una mínima calidad de vida.
Claro, que los extremadamente ricos, necesitan disponer de  suficientes individuos para realizar sus trabajos “sucios”: que barran su calles, que recojan su basura, que bajen a las minas, que produzcan y sirvan sus alimentos; a la vez que también necesitan de otra clase servil más cualificada para que manejen todo esto. A unos y otros nos conceden algunas recompensas, propinas y los ya mencionados golpecitos en la espalda, para tener asegurado el respaldo electoral para los políticos que más útiles les pueda resultar en cada ocasión. Los políticos que son principalmente elegidos, tanto por los servidores cualificados como por los más miserables, pero que siempre acaban siendo manejados desde la sombra por los poderosos. Por esto, luego vemos como son convenientemente recolocados en sus grandes empresas como recompensa por los servicios prestados, reconvertidos en nueva clase elitista.
También necesitan de estas multitudes, del populacho,  para que vistan los colores de sus banderas y luchar por una “patria” que garantice el control sobre sus “negocios” y patrimonio. Históricamente hemos visto, como estas luchas tribales has servido para diezmar la población “parasitaría” y con la posterior reconstrucción favorecer nuevos incrementos de su riqueza. Recordar aquella película (Elysium) en  que las élites vivían en una lujosa estación espacial provistas de todos los adelantos técnicos y científicos, mientras en la tierra, la mayoría sobrevivía malamente rodeada de podredumbre, privados de todas esas ventajas y sin ninguna consideración por sus vidas, meros objetos para realizar los trabajos duros.
En el mundo nunca han existido fronteras, las han creado los hombres para demarcar sus dominios. En el mundo no existe la uniformidad, en la diversidad está su riqueza, las normativas las han establecido los hombres para sentirse seguros, para acotar los privilegios. Y, en este mundo global, cualquier acción nos repercute a todos. Los del norte explotan a los del sur, pero luego nos les dejan cruzar sus fronteras, donde buscan encontrar una vida mejor.
Esto me lleva a nuevas consideraciones respectos a la idiotizada clase media pudiente: Vosotros, que os situáis en el otro extremo de la cadena de producción, sois los látigos que azotan a los productores y sois los grandes consumidores que dan movimientos a los mercados, que facilitan la especulación, los que con la fluctuación de vuestras ganancias y pérdidas proporcionáis grandes beneficios a los poderosos. Vuestras ansias de consumo y notoriedad, proporcionan trabajo a los de abajo y beneficios a los de arriba. Vosotros sois los que mayoritariamente viven por encima de sus posibilidades, por la vana ilusión de pareceros a vuestros amos; realmente siendo, ante los ojos de ellos, tan míseros como los que están por debajo de vosotros. Todos agradecemos la utilidad de un felpudo, pero nadie le da besitos de amor.
Las clases altas se creen cultos tan solo porque visten con elegancia ropas exclusivas, porque comen en restaurantes selectos, porque reconocen los nombres y las obras de los grandes artistas. Pero la riqueza no les hace más inteligentes, ni mucho menos más humanos, sólo captan a través de sus mentes el valor puramente material de las creaciones humanas, o de la magnificencia de la naturaleza; carecen de sentimientos y sensibilidad, sus reglas de medir son las divisas, convirtiéndolo todo en mercancía para alimentar su ego o exhibir su poder.
Nunca serán capaces de percibir como están esterilizando el mundo, como están esquilmando los recursos naturales, como están haciendo de nuestro mundo algo aséptico y frio, sin alma; menoscabando las posibilidades de disfrute de todas las maravillas de nuestro planeta para sus propios descendientes. Aniquilando especies, contaminando las aguas, destruyendo culturas. Porque a ellos les da igual, sólo le interesa su disfrute inmediato, su uso; y para los que vengan detrás, sólo les dejan su basura.

Pero te recuerdo que estas son mis reflexiones, no creas a ciegas en mis palabras; haz tus propias reflexiones y si llegas a similares conclusiones, ¡no lo dudes! ¡Rebélate!, nosotros somos el 90 por ciento de la humanidad, no permitas dejar sin futuro a tus hijos.