¿Has pensado como se ha ido fraguando la situación
socioeconómica actual?, me refiero a tus propios criterios no todas esas
palabras farragosas, o el andar culpándose unos a otros, lo cual sólo sirve
para disimular la inmoralidad dañina de nuestros gobernantes.
Quiero compartir contigo mis propias reflexiones,
expresándolas con palabras sencillas que
permitan visualizar con más claridad estos acontecimientos.
Un gobierno de derechas (y ¡ojo!, a veces la diferencia en
la actuación entre unos y otros, sólo es la desmesura y arrogancia con la que cometen sus
atrocidades), tuvo la genial idea de acelerar el enriquecimiento de las clases
pudientes, con el pretexto de ayudar al crecimiento económico y el pleno
empleo.
Nos embarcaron en una frenética proliferación de planes
urbanísticos, construcción masiva de viviendas, apartamentos, zonas residenciales y campos de golf a
precios cada vez más elevados; en muchos casos sin previsión de necesidades de
suministros de agua, luz u otros servicios. Y paralelamente, comunidades y
municipios acometiendo obras faraónicas superando las capacidades
presupuestarías o las necesidades reales de la población.
Todo esto, a su vez, desarrollaba la producción de
materiales, tecnología y bienes de consumo, lo cual redunda en la creación de
empleos, más o menos bien pagados y el incremento del consumo; que nos daba una
engañosa sensación de mejora del “estado de bienestar” (“pan para hoy, hambre
para mañana”). Todo el mundo comprando a crédito con confianza y alegría, pues
aun cuando los precios eran elevados, los bajos tipos de interés lo facilitaba.
Las grandes obras públicas y los grandes eventos, que nos
vendían como cuestiones de interés general, poco a poco hemos podido comprobar
que su disfrute era mayoritariamente para una élite muy concreta. Aunque realmente,
los grandes beneficiarios de estas acciones eran los perceptores de las cuantiosas
comisiones y réditos en “B”; así como los amiguitos del alma que recibían las
adjudicaciones prácticamente a dedo, mientras los costes si iban incrementando
, duplicando o triplicando los presupuestos iniciales. Ya que se invitaba a
engrosar las facturas o para repartir convenientemente la diferencia y el que
no accedía a entrar en el juego acababa por perder la concesión.
Además, para incrementar los márgenes de beneficios, se
recurría a reducir los costes bajando la calidad y las medidas de idoneidad o
haciendo la vista gorda a la hora de aplicar las convenientes medidas de
seguridad.
Los resultados han sido ahora bien visibles: los ricos,
mucho más ricos, incremento de 16.000 nuevos ricos, más de 5 millones de
parados, un 8% más de pobreza, cierre masivo de empresas y de la actividad de
muchos autónomos, paralización de obras y de la producción, recortes brutales
en sanidad, educación y prestación de servicios sociales, desahucios y
morosidad que redundan en las personas
más desfavorecidas: indigencia, delincuencia, trastornos depresivos, ansiedad, problemas de relaciones humanas e
incluso suicidios.
También se ha puesto en evidencia, la realidad política, con
los múltiples casos de corrupción, prevaricación, especulación, malversación de
fondos, apropiación indebida, aceptación más o menos descarada de regalos,
compensaciones y comisiones en “B”; el amiguismo y enchufismo; la ineficiencia
e ineptitud; la negligencia y falta de asunción de responsabilidades; la
mentira y la hipocresía. Continuamente
estamos presenciando estos casos, que acaban prescribiendo, siendo sobreseídos,
cerrados en falso, o simplemente quedando impunes. Mientras que,
descaradamente, muchos de los políticos son recompensados por su “conveniente
gestión” con puestos generosamente retribuidos en grandes empresas, o cobrando
fortunas por impartir insulsas conferencias o clases magistrales. Acompañada por las generosas retribuciones
que se auto-asignan los cargos públicos, a pesar de las circunstancias y los
recortes salariales aplicados a los demás,; y que a pesar de todo, no parecen
suficientes para saciar su avaricia, por la facilidad con que ponen la mano
para recoger beneficios extra, por muy “cutres” que sean los regalitos.
Y como explicación parece que siempre basta con lanzar las
culpas con los anteriores. Pero me pregunto: ¿A caso porque otros roben,
incumplan, defrauden o simplemente sean unos ineptos; es justificación
suficiente para seguir haciéndolo o incluso superarles?, ¿A un delincuente le
conmutan las penas porque otros hayan delinquido?
Sin embargo, a pesar de su magnitud, no parece hacer mella en los ciudadanos; me
pregunto por qué. ¿Será porque en todos nosotros están subyacentes todas esas
mismas actitudes?, y por tanto, comprendemos y empatizamos con esos actos,
viéndonos reflejados nosotros mismos, tontamente, en una escala infinitamente
inferior. O, tal vez, ¿Somos tontos, ingenuos y ciegos? Y, que ¡Viva el vino! y ¡nuestro equipo es el
mejor!.
Ahora, las clases medias y bajas son un lastre para todos,
para la administración pública y para las grandes fortunas. No hay dinero
público para mantenerles la sanidad, proporcionales educación ni servicios
sociales, porque ya no son útiles como mano de obra, demasiado cara ahora que está
paralizadas las necesidades de producción.
Aun así, los más idiotas son los pertenecientes a la clase
media alta, esos que se creían privilegiados, que se han sentido similares a
los magnates, tan solo por recibir golpecitos en la espalda o poder besar sus
manos en solemne reverencia. Se sentían ricos por poder adquirir de vehículos y
prendas de renombradas marcas o tener un apartamento en la paya y comprar con
tarjetas de crédito. Ellos no se han parado a pensar que los verdaderamente
ricos, los que les miran por encima del hombro, los que sólo son amables para
asegurarse su servilismo; todos ellos
tienen varias viviendas en zonas exclusivas, con acceso restringido, tanto en
la ciudad, como en urbanizaciones o junto al mar; tienen colecciones de
vehículos que sólo puedes ver en películas , para cada miembro de la familia o
para cada situación social; pueden moverse a cualquier ciudad del mundo en uno
de sus jets privados, o trasladarse en helicóptero a sus yates; y tienen un
montón de tipos como vosotros que están todo el día lamiéndoles el culo.
Y por si fuera `poco, toda esa grandiosa obra pública, que
teóricamente era para beneficio de todos, resulta que para la gran mayoría es
solo algo para contemplar desde fuera o como mucho y con gran esfuerzo para disfrutar
de algún evento puntual; porque
realmente solo son accesibles para aquellos que disponen de buenos bolsillos.
Son obras que sospechosamente siempre se incrementan considerablemente sus
costes iniciales. Y como ya he comentado y seguro que muchos conocéis casos, se
invitaba a los proveedores a incrementar las facturas o se arriesgaban a perder
sus contratos; lo cual significa que cuanto
más costoso fuese una obra, dejaba más margen para los beneficios en “B”, a
costa de los presupuestos públicos, el dinero de todos.
¿Era eso el famoso “estado de bienestar”?. Un verdadero
estado de bienestar hubiese sido reducir las distancias entre las clases
sociales, sin extremos, sin pobreza y sin extremadamente ricos, que todos, al
menos, tuviésemos una mínima calidad de vida.
Claro, que los extremadamente ricos, necesitan disponer de suficientes individuos para realizar sus
trabajos “sucios”: que barran su calles, que recojan su basura, que bajen a las
minas, que produzcan y sirvan sus alimentos; a la vez que también necesitan de
otra clase servil más cualificada para que manejen todo esto. A unos y otros
nos conceden algunas recompensas, propinas y los ya mencionados golpecitos en
la espalda, para tener asegurado el respaldo electoral para los políticos que más
útiles les pueda resultar en cada ocasión. Los políticos que son principalmente
elegidos, tanto por los servidores cualificados como por los más miserables,
pero que siempre acaban siendo manejados desde la sombra por los poderosos. Por
esto, luego vemos como son convenientemente recolocados en sus grandes empresas
como recompensa por los servicios prestados, reconvertidos en nueva clase
elitista.
También necesitan de estas multitudes, del populacho, para que vistan los colores de sus banderas y
luchar por una “patria” que garantice el control sobre sus “negocios” y
patrimonio. Históricamente hemos visto, como estas luchas tribales has servido
para diezmar la población “parasitaría” y con la posterior reconstrucción favorecer
nuevos incrementos de su riqueza. Recordar aquella película (Elysium) en que las élites vivían en una lujosa estación
espacial provistas de todos los adelantos técnicos y científicos, mientras en
la tierra, la mayoría sobrevivía malamente rodeada de podredumbre, privados de
todas esas ventajas y sin ninguna consideración por sus vidas, meros objetos
para realizar los trabajos duros.
En el mundo nunca han existido fronteras, las han creado los
hombres para demarcar sus dominios. En el mundo no existe la uniformidad, en la
diversidad está su riqueza, las normativas las han establecido los hombres para
sentirse seguros, para acotar los privilegios. Y, en este mundo global,
cualquier acción nos repercute a todos. Los del norte explotan a los del sur,
pero luego nos les dejan cruzar sus fronteras, donde buscan encontrar una vida
mejor.
Esto me lleva a nuevas consideraciones respectos a la
idiotizada clase media pudiente: Vosotros, que os situáis en el otro extremo de
la cadena de producción, sois los látigos que azotan a los productores y sois
los grandes consumidores que dan movimientos a los mercados, que facilitan la
especulación, los que con la fluctuación de vuestras ganancias y pérdidas
proporcionáis grandes beneficios a los poderosos. Vuestras ansias de consumo y
notoriedad, proporcionan trabajo a los de abajo y beneficios a los de arriba.
Vosotros sois los que mayoritariamente viven por encima de sus posibilidades,
por la vana ilusión de pareceros a vuestros amos; realmente siendo, ante los
ojos de ellos, tan míseros como los que están por debajo de vosotros. Todos
agradecemos la utilidad de un felpudo, pero nadie le da besitos de amor.
Las clases altas se creen cultos tan solo porque visten con
elegancia ropas exclusivas, porque comen en restaurantes selectos, porque
reconocen los nombres y las obras de los grandes artistas. Pero la riqueza no
les hace más inteligentes, ni mucho menos más humanos, sólo captan a través de
sus mentes el valor puramente material de las creaciones humanas, o de la
magnificencia de la naturaleza; carecen de sentimientos y sensibilidad, sus
reglas de medir son las divisas, convirtiéndolo todo en mercancía para
alimentar su ego o exhibir su poder.
Nunca serán capaces de percibir como están esterilizando el
mundo, como están esquilmando los recursos naturales, como están haciendo de
nuestro mundo algo aséptico y frio, sin alma; menoscabando las posibilidades de
disfrute de todas las maravillas de nuestro planeta para sus propios
descendientes. Aniquilando especies, contaminando las aguas, destruyendo
culturas. Porque a ellos les da igual, sólo le interesa su disfrute inmediato, su
uso; y para los que vengan detrás, sólo les dejan su basura.
Pero te recuerdo que estas son mis reflexiones, no creas a
ciegas en mis palabras; haz tus propias reflexiones y si llegas a similares conclusiones,
¡no lo dudes! ¡Rebélate!, nosotros somos el 90 por ciento de la humanidad, no
permitas dejar sin futuro a tus hijos.
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